jueves, junio 01, 2006


En 1895 un desilusionado Leandro N. Alem escribía a un amigo: “Los radicales conservadores se irán con don Bernardo de Irigoyen, otros radicales se harán socialistas o anarquistas, la canalla de Buenos Aires, dirigida por el pérfido traidor de mi sobrino Hipólito Irigoyen, se irá con Roque Saenz Peña, y los radicales intransigentes nos iremos a la mismísima mierda.”

Un año despues, el 1º de julio de 1896, decepcionado por los fracasos políticos, aislado y asqueado de la corrupción del régimen, decide suicidarse dejando su famoso Testamento Político:
“He terminado mi carrera, he concluido mi misión. Para vivir estéril, inútil y deprimido es preferible morir.
¡Si, que se rompa pero que no se doble!
He luchado de una manera indecible en los últimos tiempos, pero mis fuerzas, tal vez gastadas ya, han sido incapaces para detener la montaña, ¡y la montaña me aplastó!.
He dado todo lo que podía dar, todo lo que humanamente se puede exigir a un hombre, y al fin mis fuerzas se han agotado...
...¡Adelante los que quedan!
¡Ah! cuanto bien ha podido hacer este partido, si no hubiesen promediado ciertas causas y ciertos factores...¡No importa!, todavía puede hacerse mucho. Pertenece principalmente a las nuevas generaciones. Ellas le dieron origen y ellas sabrán consumar su obra: ¡Deben consumarla!”.

Sobre tan extrema decisión nos dice Felix Luna:
“Las balas no pudieron con él en Cepeda ni en Pavón. Tampoco en el Paraguay o en el Parque. La peste de 1870 que le provocó vómitos negros no pudo doblegarlo.Tal vez, el día que Leandro N. Alem llevó un revolver a su cabeza supo que la soledad no es una fatalidad sino algo que los hombres, sin desearlo, se hacen a sí mismos.
Entregó su sangre y los restos de su vida sin saber que la semilla que había sembrado germinaba bajo la tierra, que la fe que se encargó de difundir encontraría poco despues muchos nazarenos.”
(Ob. Cit.: Claves de la Historia Argentina)

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