sábado, agosto 19, 2006


FEDERALISMO:
El manejo de los recursos

El artículo 124 de la Constitución Nacional, reformada en 1994, establece que las provincias son las titulares originarias de los recursos naturales de sus territorios.
A doce años de esa manda constitucional aún está vigente la ley dictada durante el gobierno de Onganía. El único avance concreto sobre lo que determina la Constitución es el Decreto 546, dictado por el actual gobierno, donde se reglamenta una “transferencia parcial” de los recursos a las provincias.
Pero la firma del Acuerdo Federal de los Hidrocarburos, entre el Poder Ejecutivo Nacional y las Provincias, abre el camino para que, una vez aprobada en el 2007 la nueva ley de hidrocarburos, las provincias puedan asumir la plena autonomía del manejo y administración del petróleo y el gas de sus respectivos territorios.
El manejo de los recursos energéticos significa recursos concretos para aplicar al desarrollo económico y social por parte de los gobiernos regionales.
Después de mas de 150 años de declaraciones formales, vamos finalmente hacia un federalismo real?.

(Fuente: Clarín.com/10.08.2006)


RIO NEGRO POLITICO
Cumbre de los Gobernadores Radicales: Vientos de cambio o puja de poder?

Los radicales tenemos un sino irremplazable: Cuando la confusión se apodera de nosotros y los principios originarios parecen perderse entre los embates de una realidad cada vez más cambiante, el temor a la pérdida de nuestras más elementales pertenencias retuerce nuestro entendimiento y lo acongoja con la centenaria pregunta: ¿El radicalismo está entregando sus banderas?
Y cada vez que el cisma se produce o la lucha ideológica se traslada al interior del partido, la Unión Cívica Radical encuentra su respuesta volviendo a abrevar en sus fuentes, en ese sino irremplazable que va más allá del tiempo y el poder: Los Principios Fundacionales.
Y esas bases tienen nombre y forma humana: Leandro N. Alem, esa mole de principios éticos que con la sola fuerza de sus convicciones arrasó con las estructuras de poder de fines del siglo XIX, dando origen a los partidos políticos modernos.
En el súmmum de sus definiciones ético morales, Alem proclamaba, fundando la esencia de la Unión Cívica Radical: “Soy intransigente con el vicio y la corrupción y radical en cuestiones de honradez y carácter…yo sostengo y sostendré siempre la política de los principios. Caiga o no caiga nunca transaré con el hecho, nunca transaré con la fuerza, nunca transaré con la inmoralidad. Nunca transaré con los conculcadores de las instituciones y las libertades públicas”.
Consolidaba así, la fuerza moral que le dio vida centenaria a este partido.
Y detrás de ese “hombre de pasiones fuertes, gobernado por una moral severa y por principios tan puros como rígidos”, como solía describirlo su amigo de luchas Francisco Barroetaveña, estaba el demócrata cabal, el cívico preclaro que con sencilla profundidad definía la misión de la política en el uso del poder: “Buena política quiere decir respeto a los derechos; buena política quiere decir aplicación recta y correcta de las rentas públicas; buena política quiere decir protección a las industrias útiles”…
Pero donde más dirigía su energía republicana era en doblegar los defectos del sistema, y lo hacía con la palabra y con la acción. Luchó contra el “régimen” del poder centralista y hegemónico, anteponiéndole los valores de las libertades públicas, la democracia de ideas y el federalismo. No toleraba los vicios del poder, ni en el Estado ni en la Política. Su federalismo humanista era la base de la organización institucional: “Es en el sistema federal en que pueden , con más amplitud y facilidad, desarrollarse las instituciones democráticas, y el gobierno de propios es el que mejor responde a las legítimas aspiraciones de las colectividades, el único que perfectamente armoniza con la naturaleza humana, con su propia dignidad, porque no es verdaderamente meritorio un pueblo o un individuo sino cuando vive de su propio aliento, desarrolla por si solo sus fuerzas y carga con sus responsabilidades”.
En el profético discurso de la capitalización, Alem vaticinaba: “El centralismo absorberá a todos los pueblos y ciudadanos de la República…y la suerte de la República Argentina federal quedará librada a la voluntad y pasiones del Jefe de Estado”…
Preconizaba a quien quisiera escucharlo, que en política no se hace lo que se quiere o lo que se puede. En política se hace lo que se debe o si no, no se hace nada…
Cuando se alejan las consideraciones morales para dar primacía al sentido material de la vida, se explica, como dice Gabriel del Mazo, porqué la Unión Cívica Radical, cada vez, deba volver a las intensas exigencias para las que fue fundada: La lucha federalista contra el centralismo político, económico y cultural, y la lucha moral contra una filosofía material que relega los problemas de la libertad… a los del instinto.
Es imperativo volver a las fuentes, sobre todo en etapas cruciales como esta para la vida futura de la Unión Cívica Radical. Y de esa manera encontrar las respuestas a los interrogantes que hoy desvelan las mentes de tantos correligionarios:
¿Es este un movimiento de fuerzas del interior contra el centralismo partidario de Buenos Aires. Una nueva corriente renovadora o una simple puja por el poder?
¿Luchar contra el centralismo interno por fuera de las estructuras partidarias no significa combatir fuego con fuego y caer en la emboscada del centralismo hegemónico del partido gobernante?
¿Es este un movimiento fundado sobre propuestas políticas legitimadas por el imperio de principios federalistas?
De ser así, ¿no habría llegado el momento de mostrarle a la República que la Unión Cívica Radical puede alzarse sobre sus propios errores, regenerar su espíritu originario y producir los cambios que se esperan de ella, ofreciendo una alternativa política diferente al hegemonismo político de dentro y fuera del partido?
Las respuestas serán dadas según las decisiones que se tomen.
(by rionegroradical. Ob. cit. "Leandro N. Alem", Félix Luna. "El Radicalismo", Gabriel del Mazo)

lunes, agosto 14, 2006


"EL CRIMEN DE LA GUERRA"

Que mueran treinta y cuatro niños en un bombardeo en el Líbano, ha conmovido tanto a las grandes potencias que reaccionaron contra en ataque israelí logrando una tregua de 48 horas y la posible firma de un armisticio...
Dicho así no deja de ser una buena nueva frente al interminable conflicto del oriente medio.
Pero esta reacción "saludable" de EEUU, la UE, el Vaticano y otras potencias, parece más un "lavado de conciencia" que una acción honesta para que la paz pueda volver a reinar en medio oriente y en el mundo. Porque no se juzgan las causas ni se responsabiliza a nadie de sus consecuencias.
No están ya en análisis las cuestiones convencionales de esta guerra, el gasto armamentista, la expansión territorial, la seguridad del país, porque son siempre argumentos que tienen suficientes fundamentos para justificar su derecho. Pero no su criminalidad. Y de eso se trata, de juzgar el crimen que representa el acto de la guerra, la destrucción y muerte de hombres, mujeres y niños con la pérdida de sus valores más esenciales: la paz y la libertad.
El crimen de la guerra , declarada y ejercida bajo las razones que se quieran, es siempre un crimen que mata y destruye, violando todas las normas necesarias para la vida civilizada. Y como todo crimen debe tener responsables.
Juan B. Alberdi, marcando una línea de conducta no siempre escuchada en la Argentina, decía..."El crimen de la guerra es el de la justicia ejercida de un modo criminal, pues también la justicia puede servir de instrumento del crimen. Y nada lo prueba mejor que la guerra misma"... y agregaba..."La guerra es el crimen de los soberanos, es decir de los encargados de ejercer el derecho del Estado de juzgar su pleito con otro Estado"...
Alberdi consideraba a la guerra como un "crimen de lesa civilización"...y..."para probar que la guerra es un crimen, es decir, una violencia de la justicia en el exterminio de seres libres y jurídicos, el proceder debe ser el mismo que aquel que el derecho penal emplea diariamente para probar la criminalidad de un hecho y de un hombre".
Si este fuese el criterio de las naciones, debería existir un formal juzgamiento internacional para todos los actos de guerra y sus responsables, vencedores o vencidos, atacantes o atacados, que investigue y juzgue todas y cada una de las acciones de la contienda en la persona de sus decisores y ejecutores.
Así como se juzgó a los responsables de las atrocidades cometidas por Alemania, Japón, Croacia, Servia o Irak, también debería juzgarse a los responsables de las atrocidades cometidas por EEUU, Inglaterra, China, Rusia o Israel.
No por ser vencedor o vencido el crimen cambia de calidad: el crimen siempre es crimen. Y la guerra siempre es un crimen.
Quizá por este camino un día, otros 34 niños inocentes salven sus vidas. Para bien de la Humanidad.
(by rionegroradical: ob. cit. "El Crimen de la Guerra", J. B. Alberdi, 1870)