jueves, junio 01, 2006

DEBATES

1. LA UNIÓN CÍVICA DE LA JUVENTUD

Desde los orígenes del movimiento que dió forma a la Unión Cívica Radical, la confluencia de las juventudes universitarias, la nueva oficialidad del Colegio Militar de la Nación, las jóvenes generaciones descendientes de las masas inmigrantes y del proletariado urbano, empaparon a ese movimiento de inesperada insurgencia juvenil, de calor popular y renovación salvadora.
Desde el “autonomismo” de Alsina, pasando por los Clubes Electorales, la juventud se agrupó con especial preocupación por la autonomía municipal, la descentralización administrativa y las reformas de sentido popular.
Toda esta corriente afectiva solidaria encontró de inmediato su máximo lider en Leandro N. Alem, y él como nadie interpretó su espíritu renovador e independiente: “Si alguna vez necesitais la ayuda de un hombre joven con largas barbas blancas, pronunciad mi nombre y correré presuroso a ocupar mi puesto con el ardor, con el entusiasmo de los primeros años”.
Nacía la Unión Cívica de la Juventud proclamando la defensa irrestricta de las instituciones republicanas, las libertades públicas, el sufragio universal, mientras llamaba a “concurrir a un movimiento polìtico general que encarne los altos fines que persigue la juventud independiente”.
Y esta juventud, desde su independencia de criterios y de acción, se transformó en el intérprete del entusiasmo popular y encendió la chispa de la Revolución del ’90 y fue la simiente de la Unión Cívica Radical.
(G. del Mazo: Historia de Radicalismo)

2. EL RETRASO DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Parece agravarse el retraso de los partidos políticos con respecto a las exigencias, declaradas o implícitas, de los jóvenes.
Es indiscutible que los jóvenes actuales no se identifican con los partidos políticos oficiales ni con sus programas. Perdieron la fé en la ideología. Descubrieron la política de “los casos concretos” con su realidad palpable, cruda pero eficaz, en la que se enfrentan problemas específicos, reales, muy próximos a la vivencia cotidiana, pero de una manera dehilvanada y fragmentaria.
De ese modo los jóvenes pierden de vista el interés general.
La verdadera vida de la mayoría de los jóvenes no se vive en familia, en la escuela, en la parroquia o en la casa del partido, sino en grupos que se forman espontáneamente en lugares no controlados por los adultos. En realidad, la contradicción entre jóvenes y adultos es estructural, es decir, que se deriva de la existencia de una condición de marginalización y subordinación de los jóvenes. Esta contradicción se experimenta más marcadamente en los momentos de crisis económica, social, cultural, porque los primeros afectados son los marginados, los jóvenes en particular.
Estas condiciones de marginalización y opresión tienen raices comunes: la organización socioeconómica y los intereses de los grupos que ejercen el poder.
Numerosos jóvenes estarían dispuestos a participar en acciones comunes con los partidos, si estos les propusieran, o mejor aún, elaboraran junto con ellos, nuevos proyectos de sociedad verosímiles y si demostraran una voluntad real de luchar para que se conviertan en realidad. El fracaso de agrupaciones de jóvenes, de los partidos, no parece atribuible a factores contingentes de programa y de organización, sino a su propia naturaleza de reagrupaciones subordinadas a la política y a los intereses de los adultos.
En efecto, no parece que los partidos puedan volver a establecer un vínculo válido con las masas de jóvenes, si no transforman profundamente su manera de “hacer política”, si no abrazan los valores y las exigencias manifestadas, explícita o implicitamente, por los jóvenes...
( Franco Ferrarotti – 1990 )


CITAS: José Ingenieros
“Juventud sin espíritu de rebeldía es servidumbre precoz”

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