jueves, julio 13, 2006


Los revolucionarios del Parque con boinas y cañones
LA BOINA BLANCA
¿De dónde surge la boina blanca como símbolo de la Unión Cívica Radical?
De la misma revolución de 1890 en Buenos Aires.
La madrugada del 26 de julio de aquel año fue, como muchas otros de los inviernos porteños, fríos, húmedos y neblinosos. No era tiempo para estar a cabeza descubierta en los cantones. Algunos de los civiles que se sumaron a las filas revolucionarias, llegaron a sus puestos adjudicados, convenientemente abrigados, con sombreros que eran prendas habituales en los usos de la época. Otros, quizá menos previsores, nada llevaron para cubrirse. Y temprano en la mañana se hizo sentir el frío. Alguien tuvo la idea: ir a un comercio vecino, lograr que el dueño, que vivía junto al local, lo abriese y les vendiese boinas. El comerciante no tenía cantidad suficiente, salvo de color blanco. Probablemente buen vendedor, convenció a los revolucionarios que las adquiriesen, diciéndoles que les servirían de distintivos.
Efectivamente fue así. La idea se extendió por los cantones más alejados de la zona del Parque, adonde había nacido la iniciativa. Los revolucionarios se distinguieron con boinas blancas, cuya provisión se agotó rápidamente en todos los comercios de la ciudad.
(Historia Del Radicalismo)

lunes, julio 10, 2006


ARTURO UMBERTO ILLIA

40 años después...

Por estos días, repasando los periódicos y editoriales que recordaban el golpe sindical militar del 28 de junio de 1966, siempre queda flotando la misma pregunta:
Por qué?
Por que?, si estaba garantizado el estado de derecho y las libertades públicas como hacía mucho tiempo no lo estaban?
Por que?, si los cuatro puntos principales del programa de gobierno de la Unión Cívica Radical eran:
· Lograr el desarrollo del país construyendo una sociedad mejor.
· Superar el subdesarrollo en base a una política de inversión adecuada como resultado de la capacidad de ahorro interno y de una reorganización de la vida pública nacional.
· Conducir el desenvolvimiento de la evolución económica con una mínima intervención pública y asegurando la vida democrática y sus instituciones.
· Y esperar de los ciudadanos la mayor comprensión para acabar los conflictos sociales que se presentarían para la consolidación del bien común.
Por que?, si estaba asegurada la libertad plena de la actividad política y sindical, sin restricciones ni proscripciones de ninguna naturaleza?
Por qué?
Veamos los hechos.
El fuerte proceso recesivo de los años 62 y 63 llevó al gobierno del doctor Illia a concentrar en la economía su principal estrategia, fijando como objetivo la recuperación del salario real, el aumento de la producción y la expansión de la demanda interna.
Desde el Consejo Nacional de Desarrollo Roque Carranza, Bernardo Grinspun y Alfredo Concepción condujeron la recuperación económica del país. Y los resultados obtenidos fueron más que buenos: la Tasa de Desempleo bajó al 5,2 %, el Producto Bruto llegó al 10,4 %, la Participación del Salario dentro del Ingreso Total alcanzó el 41 %, la evolución del Sector Industrial llegó al 18,7 %, las exportaciones mostraron un crecimiento muy importante y los pasivos internacionales comenzaron a reducirse.
Pero el derrocamiento del gobierno de Arturo Illia no hay que buscarlo en causas sociales y económicas.
Su derrocamiento comenzó cuando se anularon los contratos petroleros en busca de la soberanía energética. Cuando se promulgó la ley de medicamentos para asegurar al pueblo argentino la seguridad del abastecimiento de drogas y productos utilizados en medicina humana. Cuando se dictó la ley de Abastecimiento, la Reforma Hospitalaria, el Plan Nacional de Alfabetización y se creó el Salario Mínimo, Vital y Móvil para beneficio de todas las clases sociales sin exclusión de ninguna naturaleza.
Este avance de la democracia real y soberana molestó a los intereses extranjeros, a la línea dura del liberalismo burgués argentino, a la patria industrial que desconfiaban del uso que se hacía de las leyes del mercado, a los partidos opositores que veían que en el éxito de Illia estaba la consolidación del Radicalismo como fuerza política y a los sectores militares nacionalistas y conservadores que se consideraban, en base a la Doctrina de Seguridad Nacional, como garantía de orden por encima de las instituciones republicanas.
Así comenzó el plan de derrocamiento, un plan netamente político pergeñado para volver a tomar el poder, cada uno por sus propios motivos, ninguno en función de las necesidades de la Nación.
En mayo de 1964 y a pesar de que Illia tomó como una de las primeras medidas de gobierno la supresión de las restricciones que existían sobre la actividad política del peronismo en aras de buscar la pacificación nacional, la CGT lanza su Plan de Lucha. Ochocientas fábricas del Gran Buenos Aires fueron ocupadas, 11.000 establecimientos fabriles en todo el país.
Los paros generales, las huelgas y tomas de fábricas se sucedieron ininterrumpidamente creando el clima de incertidumbre, inseguridad y desprestigio que se montó a partir de allí.
Los medios de prensa se hicieron eco rápidamente, con la hipocresía colaboracionista que tantas veces empapó la tinta de quienes tienen el deber moral de advertir al pueblo cuando el orden constitucional corre peligro de romperse. Mariano Grondona desde “Primera Plana” y “Confirmado”, Bernardo Neustadt desde “Todo”, fueron solo algunas de las plumas más visibles en la tarea de desprestigio. Álvaro Alzogaray lanzaba sus advertencias sobre el daño que este gobierno causaba a los organismos internacionales y a los grandes capitales. Detrás de este gigantesco plan de desestabilización estaban los oscuros personeros del capital, de la Iglesia, del Ejército y del fascismo político. Si hasta el propio Juan Perón, a horas de estallar el golpe, se mostró complacido y manifestó su simpatía con el golpe encabezado por Onganía porque “El gobierno militar puso fin a una situación catastrófica”.
Comenzaba el grotesco que se justificaba diciendo “que venía la democracia, golpe mediante”. Y este grotesco estaba encabezado por el dictador Juan Carlos Onganía, jefe de un grupo de “insurrectos y usurpadores”, como los llamó el propio Illia cuando, usando la fuerza, se alzaron contra la Constitución y las Ley.
El 28 de junio de 1966, a las 5,30 de la madrugada, actuando como “salteadores nocturnos”, una comitiva a las órdenes del General Julio Alzogaray, desaloja por la fuerza de la Casa Rosada al Señor Presidente de los Argentinos, al doctor Arturo Umberto Illia.
La Junta Revolucionaria, integrada por Pascual Pistarini, Benigno Varela y Teodoro Álvarez, destituye al Presidente de la Nación, a los Gobernadores provinciales, disuelve el Congreso Nacional, las Legislaturas provinciales, separa de sus cargos a los miembros de la Corte Suprema y al Procurador General de la Nación.
Asume como presidente de facto el General Juan Carlos Onganía. Comienza un proceso autoritario y centralizado, la intervención y persecución universitaria, la extranjerización y concentración de la estructura productiva y la disolución y persecución de los partidos políticos democráticos.
También la mayoría de los argentinos presenció pasivamente el fin del gobierno democrático de Arturo Illia. Como dice Alfredo Félix Blanco, el país estaba más preocupado por la injusta expulsión de Rattín de la selección nacional por sus actitudes insultantes con la Reina de Inglaterra, que por la expulsión del gobierno de la democracia.
Es por esto que en una tierra de conflictos subyacentes siempre irresueltos, en un país que solo pocas veces se asomó a la democracia formal y todavía desconoce las virtudes de la democracia real, en un pueblo propenso a dar marco y soporte al autoritarismo tantas veces poderoso en el hecho y en el derecho, parece ser que, cuando un hombre habla y hace de la libertad, la integridad republicana y la tolerancia política una forma de vida y de gobierno, con el convencimiento de quien observa y hace observar fielmente la Constitución Nacional, los intereses facciosos de Régimen siempre presente en la historia argentina, reaccionan febrilmente para deponerlo a como de lugar.

Este es el verdadero motivo del derrocamiento del Gobierno de Don Arturo Illia. Un presidente argentino honesto, austero y eficiente. Un argentino decente.

(Ana Piccinini - Homenaje a don Arturo Illia en la Legislatura Provincial)