lunes, abril 30, 2007

GRAMEEN BANK

EL CONTRABANCO

Muhammad Yunus: "La reducción de la pobreza no es cuestión de recursos, sino de voluntad"

Director del Grameen Bank, surgido de un proyecto iniciado en 1976 para dar oportunidades a los más necesitados de Bangladesh con una nueva fórmula de financiación, los microcréditos, Muhammad Yunus, defiende que la reducción de la pobreza –que conoce de cerca- “no es cuestión de recursos, sino de voluntad”. En 1976, a Yunus le tildaron de loco. Treinta años después, sus microcréditos han sido tabla de salvación para familias de todo el mundo. En su paso por el Forum de Barcelona, en el marco del diálogo sobre Pobreza, microcréditos y desarrollo, Yunus ha derrochado optimismo y confianza en la sociedad civil a la vez que ha exigido a los gobiernos seriedad y voluntad en el cumplimiento de los Objetivos del Milenio, suscritos hace cuatro años por 189 países con la intención de reducir la pobreza mundial [personas con ingresos inferiores a un dólar por día] a la mitad para el año 2015.

Usted afirma que la clave del éxito del Grameen es haber creído en las personas y que la lucha contra la pobreza es un pulso entre ‘creyentes’ y ‘no creyentes’. ¿A qué se refiere?

Cuanto más distanciado estás de la realidad de las personas pobres más incrédulo eres sobre su capacidad de salir del pozo; te haces tus propias teorías y elucubraciones sobre el cómo y el porqué de la miseria y te las crees aunque no sean ciertas. Pero cuando convives con ellos, cuando malvives con ellos, duermes bajo el mismo techo y comes del mismo plato, te conviertes en un creyente total, porque ya no ves al pobre, sino a la persona, y conoces sus sueños, los mismos sueños que tenemos todos, y sabes de los esfuerzos que hace cada día para sobrevivir. Y entonces te das de bruces con la injusticia de este sistema. Te preguntas ¿por qué yo cobro más que ellos si ellos trabajan incluso más que yo? ¿Por qué más de la mitad de la población mundial no tiene acceso a los servicios financieros?. El sistema bancario está diseñado para que los pobres no puedan acceder. ¿Acaso tienen miedo de que no devuelvan los créditos? Bueno, siempre digo que si no lo hacen ya tendrán alguna cosa en común con los ricos... Cuando crees en la persona sabes que todo el mundo tiene capacidad y voluntad para mejorar por muy adversas que sean las circunstancias. Sólo falta que alguien crea en ellos.

¿Y a qué no creyente más desearía usted convertir en creyente? ¿A algunos directores de banco o jefes de instituciones internacionales, por ejemplo?

Si me permite, mi principal crítica es contra el sistema educativo, porque ha fracasado en [esta tarea de] convertirnos en creyentes, porque en lugar de acercarnos a la realidad, nos aparta de ella. El propósito último de la educación es abrir las mentes de las personas, ampliar nuestra visión del mundo, aprender a pensar y a comprender para poder prosperar. Por tanto, no podremos cambiar la sociedad ni dar un futuro a los que sufren si antes no reformamos la mentalidad educativa. ¿En qué valores educamos? En los de mejora y promoción individual. ¿Y de qué sirve la educación si no nos inculca el sentido de ayuda mutua, de contribuir juntos al desarrollo de todos?

A pesar de los recelos institucionales, las organizaciones sociales han acatado y expandido el microcrédito por todo el mundo a una velocidad de vértigo... Será que, a pesar del pensamiento único imperante, habrá muchos creyentes, ¿no?

La verdad es que la idea ha atraído a mucha gente, sobre todo a mucha gente joven. En los años sesenta, entre la juventud había un tremendo entusiasmo por encontrar la verdad, socialismo versus capitalismo. Pero aquello pasó, vinieron los tristes setenta, los ochenta... y ¿ahora qué? Los jóvenes se sienten frustrados, la política les ha fallado y creo que, a pesar de lo que parece, no les interesa el dinero por el dinero –quizás porque ya lo tienen-, sino que buscan ideales. Y los microcréditos tienen sentido, es un modelo financiero que entienden y una alternativa seria [al sistema]. Les gusta cómo se acercan a la pobreza, con una perspectiva nueva y respetuosa que nada tiene que ver ni con la caridad ni con la revolución. Y también les atrae el cambio que imprime al concepto de negocio. Tal y como está planteado hoy, el mundo empresarial es una desfiguración de si mismo. Cierto, negocio significa hacer dinero, pero no sólo eso. Hasta ahora ha sido totalmente ignorada, pero la economía social nos enseña que ayudar a los demás también puede ser un buen negocio, y un negocio rentable. Las empresas son armas muy poderosas, y alguien que quiera mejorar la sociedad no tiene porqué renunciar a la perspectiva empresarial para hacerlo. Puedes crear tu propia empresa, ganar dinero y, además, solucionar problemas de tu comunidad. La economía social mantiene el sistema pero a la vez contribuye al desarrollo colectivo. Y esto es un gran reto para la juventud.

David S. Gibbons, director general de los servicios de crédito y ahorro para los paises más pobres de Asia Pacífico (CASHPOR)...

Le conozco, es un gran amigo.

Pues en un congreso celebrado en Barcelona el pasado mes de junio, el señor Gibbons dijo que el sistema de microcréditos no crece por falta de inversores privados. ¿Está de acuerdo con este diagnóstico?

No del todo. Las inversiones vendrán, pero antes tenemos que solucionar el marco legal y los organismos reguladores. Me explico. El sistema de microcréditos lo sostienen las ONGs, son ellas las que los conceden y gestionan. El Grameen Bank es una excepción [el gobierno bengalí aprobó su transformación en banco independiente en 1983]: nosotros sí podemos negociar con inversores privados para conseguir capital, porque podemos tomar depósitos, extender bonos, sacar acciones o pedir préstamos al banco central, pero las ONGs no pueden hacerlo porque no forman parte de la estructura financiera formal. Y su principal problema es, precisamente, encontrar dinero para mantener los microcréditos. Si pudieran recibir depósitos del público podrían liberarse del yugo de los donantes. Por tanto, el verdadero problema es de carácter institucional, crear el marco legal que permita la existencia de bancos de microcrédito habilitados para recibir depósitos, hayan nacido al amparo de una ONG o no.

¿Qué gobierno ha entendido mejor esta necesidad?

El de Bangladesh, por descontado, y también Pakistán, que ya ha aprobado una Ley para la creación de Bancos de Microfinanzas. Y pocos más. Mire, me he reunido con ministros de finanzas de muchos países del mundo y todos son muy conservadores. No están en absoluto familiarizados con los microcréditos, los contemplan con cierta suspicacia en buena medida porque los académicos aún no los han aceptado. El microcrédito fue antes práctica que teoría y quizás por eso los círculos académicos lo mantienen al margen de las doctrinas económicas; sí, aceptan su existencia y los logros del Grameen Bank, pero aún somos una nota a pie de página. ¡Incluso para el Banco Mundial! Fíjese que el programa de microcréditos del Banco Mundial sólo representa un 1% del total del volumen anual de la entidad, cuando para ir bien debería ser, como mínimo, del 3%. No sé por qué dudan... Los críticos nos reprochan que el sistema de microcréditos no es suficiente, por si mismo, para eliminar la pobreza. Cierto. Pero nosotros no hemos dicho nunca que el microcrédito sea una medicina milagrosa, sino una buena y poderosa herramienta a partir de la cual empezar a trabajar. En todo caso, un estudio del Banco Mundial ha demostrado que cada año salen de la pobreza un 5% de las prestatarias del Grameen.

En 1998 casi un 25% de la población de Bangladesh se había beneficiado de un microcrédito y la contribución del Grameen Bank al PIB nacional se cifraba entre un 1,10% y un 1,30%. ¿Cuáles son las cifras actualizadas?

Por lo que se refiere al PIB, no hay cálculos nuevos, pero en relación a la cobertura del Grameen, a día de hoy casi el 90% de las familias más pobres del país se han beneficiado de la concesión de un microcrédito. Es decir, un 90% del 50% más pobre. Concedemos préstamos por valor de 500 millones de dólares al año, pero lo interesante no es que sea una gran cantidad de dinero, sino cómo lo hemos diversificado en inversiones de futuro, en campos como la educación, los planes de pensiones o el impulso a los jóvenes emprendedores, hijos de nuestros prestatarios que ahora entran en el mercado laboral y a los cuales incentivamos para crear empleo.

¿Qué le preocupa pensando en el futuro?

Que con los Objetivos de Desarrollo del Milenio pase lo mismo que con los compromisos para el año 2000... Si se acuerda, a principios de los años noventa nos impusimos conseguir educación universal para todos en el año 2000, sanidad universal para todos. ¡Todo para todos en el 2000!. Pero cuando por fin llegó el año 2000, no se había conseguido nada y lo peor es que nadie preguntó ¡eh! ¿Qué ha pasado con aquellos compromisos?. Y si en 2015 se repite la historia, habremos perdido toda credibilidad ante los pobres del mundo, y la próxima vez que nos marquemos un compromiso nos dirán, con razón, “olvídenlo”. Esto es lo que me preocupa porque, hasta hoy, aún no he visto los preparativos que serían de esperar si de verdad quisiéramos cumplir esos Objetivos. Por favor, de una vez por todas, entendamos que si establecemos una meta es para comprometernos a cumplirla; si no ha de ser así, dejemos a la gente en paz. Este es nuestro reto. Y entendamos también que es sólo una cuestión de voluntad. Para reducir la pobreza no necesitamos movilizar grandes recursos, sino muchas voluntades.

No hay comentarios.: